sábado, noviembre 19, 2005

Virtudes

Ea virtus sola neque datur dononeque acci­pitur. (Sal·l., Iugh., 85, 38).
'Únicamente la virtud ni es dada ni es recibida como obsequio'.


Esta noche espero no hundirme ni demasiado rápido ni demasiado profundo, sino con el tiempo las visitas serán escasas y los caramelos se quedarán en la puerta todo el invierno. Y sería demasiado triste.
Cinco de Mayo del 2002: Me propongo escribir un relato de ciencia ficción. He leído cosas muy interesantes que me devuelven la ilusión por el género.
( http://www.michaelmarshallsmith.com/ )
No me gustan mucho los rollos del ciberespacio, ni las descripciones tan concisas sobre la física y el arma xzping 47 u otra similar, ni las cuatro patas del gato mutante; prefiero las historias dinámicas, un personaje bien fundamentado y que me diga cosas (soy mucho de primeras personas y reflexiones) y de dejar el camino marcado lo justo para que cada cual lo viva y sienta como quiera. Eso es exquisito, un soberano manjar.
Me digo que debe ser a mi manera, fiel a mi estilo incierto, nada fuera de lo previsto. En cierta forma me arriesgo el gaznate en un encargo personal, en los que te sueles poner el listón bastante, bastante fuera de tus posibilidades (si saltas esa verja te arañarás con el alambre) y como siempre intento hacer los cosas bien, porque entre letras siempre dejas algo de tu pellejo metido (sólo hay que mirar las pistas como en los viejos libros de la Mano Negra – el libro más visto en siglos en ese santo colegio, verdad Maladroit???) pues puedo sufrir demasiado. Y no me equivoco en nada.
Miles se lo merece - pienso. Pero el jodido (como bien diría en sus expresiones) me aprieta tanto las clavijas que, sin quererlo, mi cabeza estalla en una presión fuera de escala. Vorgosigan, maldito seas. ¿Me oyes? Maldito seas. La partitura está rota.
La historia en sí viene en un flash delicioso (de esos de antaño de 10 pesetas y de limón) que me devoro de inmediato. "Paquetes de sueños", me suena bien. Suena tremendamente bien. Coño, me gusta mucho. Y sé cómo desarrollarlo. – Me lo sé todo – como diría el empollón.
19 de Noviembre de 2005: Apenas he llegado más allá de cinco páginas. Apenas abrir el telón y toda la traca final... con el resto aún no he podido, estamos enfrascados en un cuerpo a cuerpo sin descanso con la cara llena de barro y los nudillos hundidos en el frío después de tantas noches para nada. Pero aún seguimos en un toma y daca; y que siga el blanco (en vez de mambo) en mi cerebro. Pero me niego a colgarlo por el momento. Sería demasiado injusto a mi parecer.
Esta noche volveremos a encontrarnos, pues hemos afilado el acero y, con las viejas heridas ocultas en trapos, buscaremos nuestro corazón con agallas, sudor y mala sarna. A ver quién puede, que ya me toca.

Dulces sueños a quien los tenga...



lunes, noviembre 14, 2005

Gambito en estado puro

Esto es adictivo. Un dulce infierno. Sobre todo para personas que sufren eso llamado insomnio... como yo. La noche saca y calma todos mis miedos. A veces es demasiado horripilante. Otras un somnífero maravilloso. Espero que en vuestro caso sea similar, hay que ser equilibrado. En todo.
Maladroit no paras de enseñarme malas artes. Y eso es peligroso. Podemos caer en la tentación de mostrar demasiado de nosotros mismos. ¿Y luego qué quedará en nuestro interior? Guarda tus mejores cartas (yo haré lo propio con las mías).
Estoy en un torbellino de ideas. Enrabietado con la inspiración. Pero debo ser cauto. Debo aprender de Pícara: mostrar sólo lo que refleja el agua, no más allá. Esa fue mi promesa.
Que nadie dude de mis textos. Son reales y propios. Los escribí en muchas noches como esta, en los que medio vivo (o medio muerto) me quedé justo en la franja donde se ve todo demasiado nítido. No suele pasar como también he recalcado. Pero pasa.
Los pocos lectores que pasan por aquí y dejan señas o no (y otros poquitos de mi círculo selecto) me motivan muchísimo para crear... A todos ellos, gracias, son un verdadero impulso para seguir y seguir. Y no detenerme nunca. O hasta que me haya dado de bruces contra el suelo.
Como bien he dicho en muchas ocasiones, en breve, mi intención es publicar un libro de pequeños relatos. Aún sin título (se aceptan peticiones) y a la espera que acabe un cuentito que se llamará casi con seguridad "los amantes" (salvo algún cambio de última hora) y quizás un relatillo de ciencia ficción que le debo a alguien desde hace tiempo (pero esto no creo que salga tan a la ligera). Estoy a la espera de un principio de maquetación que nunca llega, de un día levantarme con la paciencia y la moral bien alta y de ver el reto tan cerca como para moderle la yugular sin piedad y salpicar todo de sangre.
Os he hablado de mis miedos. ¿No? Bien, uno de ellos es éste. Fracaso.
P.D: Pic vuelve pronto... sin tí las voces me devoran.
Elisabethtown (de Cameron Crowe)

Cameron Crowe perdió la fórmula. No sé en qué momento fue, pero ahora casi ni se le reconoce. Siempre apoyado por muy buenas bandas sonoras, nos intenta, de nuevo y sin soltura, contar demasiadas cosas en dos horas de película. Y al final nos encontramos a medio camino... y en ninguna parte. Y tenía buenas intenciones.
Orlando en vez de Bloom hace boom (todo el rato poniendo caritas como Fofito & Cia) y, sólo, la buena de Kirsten Dunst nos da un buen sabor de boca (con un personaje un tanto bobalicón) con su presencia. No más de un aprobado raso.

domingo, noviembre 13, 2005

El mundo

Crudo, sin nada que ver con el barril oscuro que marca los topes en las salas de los gritos, mientras unos se frotan las manos y llenan los bolsillos, y el resto de desgraciados subidos a la carreta ajustamos la calderilla, el cinturón y la congoja en un suma y sigue.

Crudísimo. Estamos en guerra. Unos con otros. Todos contra todos. Y no tiene nada que ver con tirar petardos que derraman las vidas de niños inocentes. Nos volvemos locos, chicos. Hoy no me he tomado la medicación. ¿Quién sabe por dónde coño salgo?

Kyoto no es un personaje que salga en un episodio de Dragon Ball, en Alaska también se cuecen cosas más importantes que las que soluciona un doctor, en New York, aparte de sexo por un tubo, se corta más bacalao del fresco y aquellos maravillosos años, tiene usted razón, fueron aquellos maravillosos años, bien en pasado, no se me equivoque.

Estamos jodidos. Salga el sol por donde salga. Madre, hágame usted ese platito que tanto me gusta, por favor, que mañana no sé si podré tomarlo.

Asesinatos de todos los colores, secuestros, violaciones, vejaciones, colgados, pirulas, ajustes, tráfico de lo que quieras o del montón de coches…

No, chicos, hoy no salgo, mejor me quedo en casa viendo el fútbol, o lo que carajo haya…. por si las moscas vaya.

Reflexiones en voz alta (II)

Como bien he dicho uno nunca sabe cuándo la tinta está seca. Pero sucede. Por mucho que vuelvas al lugar encantado el hechizo no prospera. Y da cierta angustia (como la falta de aire bajo tierra) querer contar cosas, volver a hilo argumental, seguir la trama... donde ya no hay nada.
Quizás nada era importante, ni relevante, ni ninguna de las dos cosas.
Quizás todo estaba destinado a perderse, a no ser visto, a no ser contado.
Quizás.
O no.


De en medio

No fueron a buscarme, pero me encontraron. No contaban conmigo, pero aparecí de pronto. No supieron qué hacer, pero salí adelante. Ése fue el principio. El principio de todo. Lo demás vino rodado, muy fácil, muy plástico, como si no hubiera habido otra alternativa. Ésta y punto, y a ver quién protesta. El resto es lo que ahora me digo a mi mismo. El resto lo llevo pensando hace años.

Según los que estaban allí, mi madre sólo pude verme una vez en la vida. Fue en un parto complicado, de esos de horas y horas, en los que el chiquillo no sale, la madre berrea y tienen que dar tajo entre sudores, gritos y vísceras. Así cuando vieron mi cabeza dieron un tirón de espanto y salí cuerpito fuera dándole a llorar. Me limpiaron un poco, me pusieron en sus brazos y, moviéndome como un gato repleto de bufidos, llena de sudor pero con la tarea hecha, me besó en la frente. No hubo más. La infección que pilló al día siguiente la tumbó en una semana. Por eso no tengo recuerdos. Por eso la cosa no empezó nada bien.

Como comenté antes, no fueron a por mí. Creo que a mi padre le falló la marcha atrás, ese desliz en el orgasmo que se te van las fuerzas y no la sacas a tiempo, aunque nunca lo supe a ciencia cierta, porque no tuve el valor suficiente de decírselo a la cara o quizás porque tampoco me interesaba demasiado el condenado. Lo que si supe, porque tampoco soy tan imbécil, fue que el susodicho se vio bastante apurado en aquel entonces para sacarme adelante. El entierro y todo lo que un bebé lleva a cuestas le tumbaron su sueldo de construcción de un porrazo durante años, y todos los condenados nervios de cuajo, llenándole la cabeza de canas y tirándole la mitad del pelo. Eso sí, la botella de whisky nunca faltó en la mesa. Antes faltaba Dios.

Ellas llegaron con mi niñez. Aquella niñez en la que aprendí mucho de aquel hombre, de sus silencios, de sus rudos gestos, del temple que da el alcohol. Aprendí a hacerme mayor, a hacerme mayor de pequeño, porque mi infancia empezó y acabó a golpes, fíjate tú por donde, ya que aquel señor, desde que me basté con las manos me hizo responsable de buscarme los garbanzos y salvar el pescuezo. Todo junto. Y al principio no se me dio nada bien. Mi nariz, mi boca y mis nudillos le cogieron rápido el gusto a sangre. Y aún lo recuerdan con cariño. Gracias papá. Por las viejas heridas. Por nada. Ojalá nos veamos en la calle de arriba, con suerte y tal, que te marcharte bien deprisa y nunca tuve la ocasión de despedirme a mi manera… hasta en eso tuviste suerte.

De aquella dulzura que me tocó vivir sin campanita ni polvos mágicos, nítidamente las recuerdo. Os lo aseguro… ellas estaban. Aunque nunca me he quitado de la sesera que en realidad estuvieron desde el principio. Ellas. Ellas. Ellas.

jueves, noviembre 10, 2005


Reflexiones en voz alta I

A quien proceda... Porque no puede ser de otra manera.
Los escritores frustados como yo vamos y venimos según azota el viento. No tenemos la exclusividad absoluta de nuestro tiempo para discurrir entre letras; y son en pequeñas escapadas cuando encontramos el camino.
Muchas veces el camino no llega a ninguna parte. Estos son algunos de los textos incompletos...



Del todo, la peor parte

Hablan. De los pequeños detalles, de la expresión comedida, de una muerte esperada a medio venir. Siguen. No paran. Que si el ritmo no es conveniente, que si la palabra discorde no enlaza sino rompe, que si la trama es tan previsible como el triste atardecer. Comentan a modo cruel porque el que juzga no siente ni padece, porque el que habla apenas oye más que el viento de su voz, porque el que critica hiere a destajo, de malagana y sin pudor. Y duele. Aunque no en demasía porque por dentro ya somos parcos en el trazo.

Por otro lado yo, las ganas de crear un mundo, de afilar palabras en consonancia con mi alma, de retocar los detalles fiel al que es delicado con el arte, cuidando el hacedor hasta las sombras que proyecten los fantasmas, de enseñar un corazón lleno de pena, de pintar con dulzura sentimientos de colores porque sino no se va a ningún sitio, de gastar las horas con uno mismo en ecos de fría soledad, de luchar a muerte con la inspiración y con la vida, de oír la música que sale de mis dedos. Suena tan hermoso pero que terca y complicada la hazaña es.

En medio, el pasadizo que quiero mostrar para que entren, para que vean, para que sientan. Despacio. Sin prisas, chicos, porque el camino no para sino crece, que en mí la pena hiere, muere y renace. El violín toca a todas horas, sólo hay que estar en el sitio señalado para disfrutar de la triste melodía.

Y si no ves el camino, lo que dentro yo tengo, y si no ves el sentido, ni el motivo a lo que vengo, entonces de lo que dicen, de lo que cuentan, de lo que soy, de lo que inventan, de lo que creo, de lo que leen, de lo que veo, de lo que en persona soy, de lo que hacer ver me empeño, tú, mi razón de ser, yo, mis ganas a todas horas, de liberar lo que duele, de contar tristes cuentos, de sentirme al fin y al cabo un ser, liberarme de mis penas en forma de…




El jardinero fiel (de Fernando Meirelles)

Fernando Meirelles nos da un regalo de Dios: una crítica social enfrascada con talento bajo un guión de intriga logrado.
Ralp Fiennes está en su línea... Raquel Weisz mucho más que convincente... pero lo mejor es la fotografía. Hacía tiempo que no veía una fotografía tan espectacular. Me encantó el trato de la imagen, su perspectiva. De veras.
Amor. A cualquier precio dicen.
Después de verla ya no te quejarás por nada. Esto es un jodido paraíso. Y conviene no olvidarlo.
Puntuación: 8
La Torre Oscura

Entregado a una saga atemporal de pistoleros en busca de un todo que rige la vida en forma de torre (oscura).
Así vivo yo.
Al final dice King que sólo nos quedará el plomo. Aunque yo todavía estoy a la espera de mis balas.
Imprescindible.
Rolando... muchas noches sueño contigo.

http://www.stephenking.com/DarkTower/flash_index.html

miércoles, noviembre 09, 2005

Necesario

Necesitaba creer que era necesario, que iba a valer la pena, que todo saldría bien...
Necesitaba saber que la quería, que nada rompería el hechizo, que las palabras saldrían por si solas...
Necesitaba estar entre tinieblas, desahogarme a escondidas, contar secretos...
Lo necesitaba.
Y ahora estoy aquí y, ¡qué demonios!, vamos a por ello...
Comienza la aventura, seré correcto en el trato. No me dejéis solo.