jueves, septiembre 29, 2011

XII Travesía a nado El Poris - La Punta



Ocho años son demasiados. De acuerdo, se han pasado en un abrir y cerrar de ojos pero ha dejado marcas en mi cuerpo, de esas que son invisibles, de esas de las que no me recuperaré en la vida. Arañazos, moratones… algo debe haber en alguna parte porque el cuerpo pesa una barbaridad.


Sí, ocho años son una brecha muy grande como, más o menos, la que me separa de mi objetivo. Y no tengo miedo. Pero sí mucho respeto, el viento sopla fuerte y las olas se levantan pícaras con su estela blanca como si llevaran un peinado moderno. Silba, no sé si furioso. Parece que habla pero no llego a entenderlo. Un poco más arriba, los molinos se hartan de girar agitados, quizás me dicen “vete insensato”.





Acabo de inscribirme, me acaban de marcar el hombro con un número y reconozco que el corazón late más deprisa de lo habitual. La playa se ve a lo lejos. En condiciones normales sería una travesía hermosa: yo contra mi mismo, contra el tiempo, contra el hacerme mayor o “peyorativamente”: viejo… todo eso con sal en mis labios a cada brazada. Siempre he visto a los nadadores como “creadores de burbujas” y esa visión melodramática es en la que estoy ahora como en un sueño. Y no pienso en nada más que en crear mis burbujas y dar brazadas estallándolas. Y vuelta a empezar.


Murmullos. Habladurías. Ni la organización sabe a qué atenerse. Tienen pocos voluntarios y medios, y si el mar se pone en sus trece y bellaco pues puede suceder cualquier cosa. Pase lo que pase tengo claro que me tiro. He venido, tengo valor y estoy algo loco, así que todos los requisitos están en mi ticket.


Sigue apuntándose gente. Había límite pero se ve que hay más tarados en el mundo. Un domingo de riesgo como quien tragó alcohol de más anoche, no sé quién acabará antes consigo mismo. Apuesto por nosotros.
 





144 inscritos (de los 110 previstos y límite). Ha llegado la hora. Han colocado finalmente dos boyas y saldremos desde la playa. Ahora si que los recuerdos vienen a toda velocidad. Ahora si que he cogido el Delorean y estoy ocho años atrás en la playa de la Gomera en mi primer triatlón sprint. Allí sufrí mucho en doscientos metros de salida efervescentes, adrenalínicos… o desesperantes: patadas, puñetazos, hundidas, tirones de pie, gente quitando las gafas a otros con tal de adelantarlos entre tanto barullo...


Entro en el mar. No siento frío ni nada que se le parezca, más bien es alivio de que llegue por fin el momento. Me dedico a estirar suavemente en esos instantes en un "break" de paz y libertad.
Dan el pistoletazo. Entro al mar con cautela porque una vez pasada la espuma hay una franja de piedras ocultas. Al tocarla me tiro aunque sé que apenas hay dos palmos de profundidad, pero he decidido nadar desde ese momento y evitar lesionarme nada más empezar mi tardía temporada.
La corriente empieza a lanzar órdagos, se hace un poco desesperante nadar así, en un vaivén continuo pero la ansiedad me distrae y sólo meto y saco brazos, intento que en una cadencia mayor a la anterior.
Me he dado cuenta que la chica que nada a mi izquierda tiene mi ritmo. Embiste el mar con fuerza y me da coraje ganas y mucho estímulo de que no se escape a las primeras de cambio. Ella sin quererlo y, casi sin darme cuenta, me lleva a la primera boya, que a pie de playa está al quinto carajo. Despistado y nadando en mi mundo me la he pasado como cinco metros.
¿Pero ya estoy aquí si no he levantado para guiarme la cabeza del mar ni una sola vez?
Sigo no tengo tiempo de chorradas ni pensamientos abstractos. 
El tramo de boya a boya es el peor. Las olas se hacen más prominentes. Algunas de  mis brazadas se pierden en el aire. Otras veces cuando intento coger oxígeno pues me da como recompensa una incómoda ola. Cuento al menos dos buches, o tres, de agua salada. Es una lucha, y ni la gano ni la pierdo, porque me golpea y la golpeo en una riña de pareja adolescente.
La chica finalmente ha nadado más pegado a las boyas y yo he perdido su referencia al ganarme unos tres metros. Aumenta su ritmo. Hemos pasado la segunda boya y ahora vamos a favor de la corriente. Intento marcar mi ritmo pero no lo consigo. No voy forzado ni nada, pero no voy a gusto, me esperaba una travesía más larga y esto se está acabando. Estoy pasando por entre los barcos tal y como dijo la organización. Saco la cabeza. Casi estoy fuera.
¿Ya llego?
Y se acaba. Tal y como empezó, o al menos igual de rápido como si sientes un flechazo y te dejan a la vuelta de la esquina.
Me levanto del agua y camino. No tengo ni el pecho hinchado. Paso la hilera de piedras con cuidado  y el control.
El crono 15´40´´. La organización comenta que sobre 900 metros de recorrido. Miro la tableta de curioso. Puesto 73. Vale, contento.
Nos vemos en la siguiente, me digo, y sí... estoy oculto en la foto de aquí abajo. Búscame.







martes, septiembre 20, 2011

Born


BORN

He decidido volver en un día como hoy, al sentir como si una fuerza extraña me impulsara hacia el cielo, como si los dioses, algunos entes y demasiadas sombras tirarán de mí con sogas sujetas a mis miembros, desde la tierra húmeda en la que descanso desde hace meses, hartos de mi paupérrimo silencio. 
No me hace falta escarbar para salir, simplemente, a pesar de algunos, asciendo.



Y no me planteo nada más. Sólo disfrutar de dejar el lecho vacío y del graznido de los cuervos que comieron de mis entrañas.
Subiendo.
He estado oculto, meditando, más allá de lo muerto. He sido un alma en pena vagando por los tortuosos rincones de mi mismo, he sido respuesta de mis innumerables preguntas, he sido culpable de mis horribles penas... Así soy yo.
Y ahora te toca de nuevo a ti sufrirme si vienes a buscarme... para saber de mis cosas, de mis miedos y de mis penas.
Haz la señal de la cruz.
Asciendo con todo lo que tengo.
GK