miércoles, agosto 14, 2013


Vivo

Encontraron el cadáver a diez palmos del suelo. No voy a entrar en los pormenores de esa suerte, ni de cómo el azar fue inciso, por incisa cuchillada, en el destino de ese páramo; ni de cómo la tierra siempre estuvo esponjosa (tampoco nadie sabe ni tiene interés en los porqueses), húmeda en los andurriales donde el resto de la hierba, seca de la seca, esperaba un rayo de más para prenderse.
Alguien escarbó seguro. Alguien buscó algo escondido de razones. Alguien, sin la vacuna de la curiosidad, fue picado en medio de las nalgas. Alguien tuvo una premonición. Oyó susurros. Sintió.
Él estaba debajo. Acostado con los brazos en cruz sobre el pecho. Embalsamado de tierra, la misma tierra que le tupía las narices y rodeado de gusanos más nobles que los que habitan en la superficie. Abajo uno sólo se esconde, se come o se pudre. Arriba además los gusanos con chaqueta te hunden y te joden, agujero por agujero, como perros en celo.
Juran que se retorcían todos menos él: las raíces olfateando donde estuviera una gota de agua, los gusanos que bailaban entre sus dedos y la maldad que habita todo lo oscuro. Vuelta sobre vuelta, y otra más cuando no era posible. Así de enrevesado y del revés, de lo que es o no posible, en las entrañables entrañas de aquella tumba hecha a la prisa.
Dicen que tropezaron con parte de la culata de sándalo, dicen que tenía balas para matar a más de un centenar, que la pupila con la luz se contraía en sus ojos rasgados y que el reloj de su padre en el chaleco empolvado tictabeaba puesto en hora.
Poco importa ya si le adecentaron los mechones con un peine hecho de manos, si le desempolvaron la nariz, los pómulos y las orejas para dejarlo más decente o si le echaron algo de colorete para no verlo tan alunado. Poco importa ya si todo eso es del saco de la mentira o del bolsillo oculto en la entrepierna lleno de verdad. Tampoco importa ni un pimiento que el corazón hubiera dejado de latir en todas esas mensualidades, que las arterias fueran coágulos de polvo y que las venas se convirtieran en un ramillete seco de nada.
Lo que da realmente da miedo es que esté de nuevo aquí, vivito y coleando, con toda esa furia en los límites de sus afueras y en las cercas de sus adentros.
Ese bastardo sin gracia, alimaña entre las alimañas, de lengua ácida y dedo resorte, de harapos por piel... porque ese perro sucio soy yo mismo.
Aquí, malditos, aquí me tienen de vuelta.

Gambitoking


lunes, octubre 15, 2012
















Palabras de silencio

Para mi mismo...

Mentiría si dijera que no te echado de menos cada una de las mil noches desde que me dio por encerrarte, echar el cerrojo y arrojar, junto con mi alma, las llaves a las profundas fauces del infierno.
Mentiría si dijera que, cada una de esas malas noches, el estómago estuvo intacto y no ardía como una mecha inacabable.
Mentiría si dijera que no te he oído martillear los dedos a todas horas sobre el cemento donde te escondo como el virtuoso músico que necesita teclas imaginarias.
Te he dado la espalda sin un porqué acertado, a la sombra de mi sangre, a lo que en parte soy a oscuras. Me equivoqué. Y no hay razón para decir lo siento.
Quiero que vuelvas y hagas lo que sabes. Y hazlo pronto.


Escribe King:
No apunto con la mano;
aquél que apunta con la mano ha olvidado el rostro de su padre.
Apunto con el ojo.

No disparo con la mano;
aquél que dispara con la mano ha olvidado el rostro de su padre.
Disparo con la mente.

No mato con mi pistola;
aquél que mata con la pistola ha olvidado el rostro de su padre.
Mato con el corazón.

domingo, octubre 14, 2012

Trilogía America

Muchas noches pienso que Ellroy y yo conversamos. No hablamos de nada en concreto. Más bien él sólo observa la noche tras las copas, el cutre antro en el que estamos y mi cháchara barata.
Bebemos tinto, pero molesto, me pide a cada sorbo cerveza americana. El vino le sabe a cianuro dice, a lo que respondo llenándole otra copa de la tierra.
 La música le duele en los oídos. La gente le molesta. Y no hay pelirrojas a la vista.
Yo le cuento mis sueños, le taladro sobre mi probable talento, de lo mucho que me esfuerzo... pero sus pupilas no se mueven ni tanto así.
Los genios no hablan, sólo escuchan y observan.
Así noche tras noche, garito tras garito, esperando a que alguna vez suelte prenda.

Ellroy no sólo es un escritor de los grandes sino un tipo con agallas. Hace falta tenerlos bien puestos para plasmar en papel una obra con tanto talento como es su trilogía americana.
Tres bloques de más de mil páginas donde las tripas se te revuelven y el pulso se te acelera.
Ellroy se te mete en la cabeza, te la come como un sanguijuela, te quita el sueño y las ganas de dormir.
Ellroy, Ellroy, Ellroy... puñetero maldito genio.

Pero lo mejor es el estilo: las frases cortas, los tajos limpios.
Preciso. Incisivo. Mordaz.
Suelta todo lo que se le antoja y como se le antoja.
No tiene patrón definido. Si hoy viene a por ti, utilizará cualquier arma para decapitarte.
Él es Dios. Dios no tiene límites.
Si Dios habla, tú te sientas y escuchas. Y a lo sumo asientes.

Escribe a mano. Se vuelve a leer. Le corrigen.
Y los textos giran otra vez.
Autómata. Perfeccionista. Ladrador. Obsceno.
No me canso de estar en sus mundos.
Enloquezco cada vez que lo hago.
Me vuelvo más huraño, oculto, posesivo.

Trilogía america o cómo hacer una disección pulcra de un país, de su corrupción y de sus mentiras.
Cómo romper moldes o sólo reventarlos.
Porque Ellroy no sólo coge el bisturí y te abre en canal,
 luego sonriendo te mete dinamita en las tripas.

No se me puede ocurrir que no sepas quién es ni qué escribe.
No podrás distinguir la realidad de la ficción en esta obra.
Y después dudo que vuelvas a ser el mismo.
Sólo recuerda: "América" - "Seis de los grandes" y "Sangre Vagabunda".
No emplearás mejor dinero en tu vida.

GK.2012.

lunes, septiembre 03, 2012



Travesía Puertito de Güimar 2012 - Inicio de temporada
Season start 2012-2013

El año pasado fue muy duro. Era empezar de nuevo después de una hibernación de nueve años.
No me digas qué se despierta dentro del cerebro para retomar un deporte así. Muchas veces me digo que dejé en el pasado cosas por hacer por las malditas lesiones en esta disciplina.
Y no era un gusanillo, era algo más, o alguien que en la mesilla de noche en la lamparita ha hecho simplemente clic.
Así que introducir en la vida diaria un hueco para poder una o dos horas a diario es muy difícil. 
Súmale el trabajo, la edad, ser padre, marido y la ecuación es imposible de cuadrar.
Pero no voy a hablar de la temporada, ya que ella sola se merece un post solitario. 
Vamos a empezar: he estado nadando, ¿saben?, sólo un poco más de lo normal.
Esta es la historia de un tipo del montón que no es nadador, que no se desliza como ellos, pero que en cada brazada imprime la fuerza y se estira tanto como puede.

(Recorrido)

Llego tarde, como siempre. Me confío de la carretera y al final el tiempo que pensé se multiplica y me come: Ñam!
La niña se ha dormido en el coche y en el Puertito de Güimar, no sé si porque es Domingo, no hay un aparcamiento ni en el mejor de los milagros. Latidos en aumento y mala leche también (qué fácil me vuelvo carrasposo con la edad).
Desesperado, abandono el coche en un hueco más mal que bien (que no me multen, que no me multen).
Cojo la mochila, la niña zombie en brazos y desde el punto más equidistante posible me pongo en marcha en modo rápido. Me como toda la avenida en esta situación. Cuando llego al lugar de la salida cumplo con el verbo sudar. Y lo hago bastante bien.
Llevan retraso. Veo a los niños nadar. Bebo agua, hace calor y ya he dicho que he roto a sudar.
Pregunto por el recorrido porque veo en el mar muchas boyas y no quiero equivocarme como otras veces (Acuatlón Puerto de la Cruz por ejemplo).
Pillado. Es hora de calentar, de tocar el agua y de sentir la sal en mis labios.
Vuelvo a beber. Esta encrucijada tiene pinta de explosiva. Más agua.
Me acerco a la orilla. Las piedras y la arena hacen que digas guau. No se ve el fondo. Las piedras hacen que camines en un alambre.
La megafonía escupe que la gente que está en el agua salga para escuchar el recorrido. ¡Bingo!
El agua no me llega ni al pecho. Brazadas cero. Más contento con mi suerte, la habitual. Salgo.
La batería interna está apagada.
Todos al sol escuchamos un lío de boyas: Roja, amarilla, amarilla y vuelta entre roja y palo verde.
Pillado. Se lo explico a unos cuántos. Pillado.
Parece que ya salimos... pero nos comunican problemas con los chips.
Sol, sudor y más sol.
Estiro los brazos adelante, hacia los lados y hacia atrás pero el minutaje sube. Odio esperar.
Quince o veinte minutos al despiadado sol.
Arreglado, ya salimos. Pestazo a utopía. Acierto.
Pasamos por el control. Pip. Pip. Pip.
Entrar en el mar es una odisea. Ya he dicho que no se ve nada y que las piedras son trampas mortales. Si te tiras muy profundo sales con una brecha, sino a caminar como un bebé se ha dicho.
Entro con cuidado. Hacia la izquierda - gritan - hacia la izquierda.
Pasa el tiempo. Esta la gente pasando frío en el agua. Todavía hay gente con el pip del control.
No salimos. Ni una brazada. Caldera apagada. Habrá que hacer combustión instantánea.
Creo que una hora de retraso. La gente chapotea en el agua. Muchos calientes, muchos diciendo maldita la hora, algunos colegas de risa. Yo solo.
Me coloco las gafas. La reviso. Las vuelvo a revisar. Estoy Ok.
SALIDAAAAAAAAAAAAAA!
Caos. Brazos como hachas. Golpes.
Te dan. Das. Tragas. Tragan.
A los 100 metros de guerra, uno se para. Tiene problemas con las gafas. Yo pienso que es un suicida. Pararse ahí es condenarse. Después me entero que se retira: sus gafas han dicho fin, desconozco si fortuito o por un hacha entre los ojos.
Yo sigo echando leña. Voy intentando coger ritmo porque los brazos están entumecidos.
La prima boya roja ni la veo. Todo es un chapoteo y burbujas aquí y allá.
El chip va cogido al tobillo de chiripa. Me apuesto a que no llega a la meta. Es un hebra en el mar.
Voy metido en un grupo. Pegados. Las olas nos arrastran mientras nadamos. Parece que bailemos juntos. Todo es muy romántico.
La llegada a la primera boya amarilla marcada como punto de corte y referencia es casi inmediata. Deben ser 750 metros. Para mi ha sido un chasquido de dedos. ¿Dije explosivo? Sí, es napalm.
Se les ha ocurrido la feliz idea que para que nadie se cuele hay que decir a un juez situado en una zodiac tu dorsal.
Voy nadando con tres. 76 digo. Vuelvo a sacar la cabeza a por aire. 76, repito. Apuntan.
En el viraje, me abro, vamos excesivamente pegados. Pero el que me saca medio metro no se abre y me da una patada en la cara a lo karate kid.
Me ha quitado casi las gafas. Yo he oído un gong de "se acabó el asalto". ¿O es el combate?
Me ha noqueado, tal cual, pero ni voy a caer en la lona ni me voy a parar a colocarme las gafas.
Entra agua. Parece que me hundo mientras ese pequeño grupo se aleja. Lucho.
No hay tiempo. Vuelve el caos. Ahora la lucha es contra la gente que aún no ha hecho el viraje.
Es meterte en una autopista a carril cambiado. Nos esquivamos.
Somos motos a lo Tron en una carrera real. Sí, mola.
El minigrupo ahora si que se me ha ido. Pierdo su referencia mientras por detrás se acercan.
Me pasan. Quiero pillar ritmo. La gasolina o se pierde o el tanque se ha vaciado.
Llego a la otra boya amarilla. Falta poco. Es una persecución atroz. No pienses, no pienses.
El mar se ha portado regular. Estoy acostumbrado al vaivén ya. Pero me ha colado tres buches grandes de agua salada cuando iba a por O2. El fondo me cautiva.
Un tipo se pone a mi vera en el último tramo. Joder, ¿tenía toda esta fuerza?
Aparece. Me pongo on, más on. Subo potencia. Me digo, ¿no habrás sido conservador no?
Voy con él hasta la llegada. Tira y tiro. Tira y tiro.
Salida chunga. Piedras. Sigue sin verse. El control está caminando sobre el alambre y subiendo una trampa mortal de escalera, luego cinco o seis pasos y listo.
Miro el crono cuando dejo de nadar. 23´40´´. ¿Queeeeeeeeé?
Brutalllllllllllllllllllllllll. Sonrío por primera vez en la tarde. ¡Ha valido la pena!
Hay 3 tipos ayudando para sacarte de las piedras. La gente camina como puede. Esto se ha acabado.
Respetan el orden, sin locuras. A la chica que llega justo a mi cola le salvo la vida entre las piedras.
Pierdo un minuto en salir y coronar.
Tiempo oficial 24´37´´- Puesto 51 de 140. A 1:39 los 100 metros.


Esto es el empezar y esta es la foto antes de pasar la meta.
Llevo 3 ó 4 kilos de más, sí, ahora toca decir adiós a los helados y al sillón.
 Espero perderlos en el camino del medio ironman chascando ensaladas.
Ese es mi deseo este año. Ese es mi reto.
De ilusiones como esta, la gente también es feliz como yo.
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martes, julio 31, 2012

Triatlón Olímpico El Médano 2012 - Crónica

Vuelvo a mi rinconcito, a la bat-cueva, no lo he echado de menos, he estado en otros mundos.
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Antes que nada, mis respetos para todos los participantes. He aprendido a base de hacer pruebas a considerar dignos a todos los competidores, más de una vez, me han tapado la boquita y otras tantas he cerrado también otras tantas. Sólo se habla en carrera y la fachada no te va a ayudar nada.
Un olímpico es mucha tela que cortar y te colocará justo donde te mereces.
No tengo tatuajes, ni un cuerpo descomunal, además llego con dos o tres kilos de más. Y me he perdido el 30% de los entrenos este año en todas las disciplinas. Esa es la verdad y no hay otra.
Es duro enfrentarse a estas distancias, es enorme la explosividad a la que puedes llevar a tu cuerpo y en la carrera pueden pasar muchas cosas: desinflarte hasta hincar las rodillas o crecerte y batir tu sombra.
Ya tengo una edad, sobre todo, para volver de la nada a enfrentarme con estos retos. Pero me apetecía, pese a saber que cada año iba a ser más difícil. Y lo que me queda, porque esto sólo es una estación de paso. Seguimos de camino al ironman, una palabra que siempre que la digo me suena en mayúsculas en la boca.
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No duermo ni una hora seguida la noche anterior. El bochorno es insoportable y no sé si son nervios o que demonios pero las horas pasan a gatas y me desgastan. La cama caliente me arde. Son llamas y me quemo. Y no puedo ni gritar ni huir. Es un sufrimiento, lo asumo y me purga.
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Cuando dan las siete estoy literalmente muerto. El cuerpo machacado y la mente pensando en retirarme: en ir, devolver el chip y decir se acabó el sueño, que ha estado bien. Pero hubiera sido un final un tanto dramático e inmerecido. Creo, pero sólo es una reflexión personal.
Lo hablo con mi mujer. Sé que está preocupada. Apenas desayuno. No me entra nada. El cuerpo me manda señales de humo, me dice - no vayas, no vayas. Repelo la prueba, se me transforma en un gigante que me secuestra en una mano.
Pero no sé qué es lo que me empuja, de verdad, como una fuerza, las ganas de no rendirme nunca pese a tener miedo. Quizás acumulé el fuego de la noche, quizás es el beso y los ojos de mi hija antes de irme. En parte esto es por ella, son valores, es deporte, es un estilo de vida.
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Llego concentrado en mi música, en mi espacio, en mis latidos. Paso el check in. Los boxes son una mierda: muy estrechos, casi no caben las bicis (pésima la organización en ese sentido), ni una cesta para dejar tus cosas preparadas, ni nada. 
Pero me siento crecer. Lo organizo todo con mimo. Me animo, me mando mensajes, empiezo a hablar conmigo mismo.
Me subo el mono (226 de Orca, precioso). Me pongo lubricante: axilas y hombros. Me coloco el gorro y las gafas y caliento la natación.
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Tocar el agua es una bendición. Son las nueve de la mañana y el mar está delicioso. Además ha acompañado el tiempo con viento cero en el segmento de natación. Algo difícil en el Médano.
Pronto pasa el segundero, avanza la mañana y 250 tíos escuchan el recorrido. Y poco a poco después empiezan a dar la salida para los veteranos y las chicas.
Ya viene, ya viene. Estoy muy, muy tranquilo.

Natación
Todos al agua tan caótico y visceral como siempre. Cojo un hueco pronto y me lanzo. Despego.
Son dos vueltas siguiendo un recorrido de boyas. Se tiene que salir a tierra y volver a nadar. Lo asumo.
El mar tiene sus momentos. Yo voy muy cómodo. Pero mucho. De repente tengo el tanque de gasolina a tope y voy con dos marchas menos, estilo conservador.
Las dos vueltas se van en un suspiro. He aprendido a respirar cada dos, cada tres o cada cinco dependiendo de las olas, de mis rivales y de la tesitura que se pueda dar en la carrera. Eso se trabaja. Son horas. Deslizo, alargo la brazada en mi nivel y voy relajado.
Salgo el 140 del agua muy completo.

Bicicleta
Las transiciones me gustan. Disfruto haciéndolas. No me cuestan: mi cuerpo compensa y se adapta rápido.
Todo está tan colocado y pensado que lo hago como si lo hubiera hecho mil veces.
Enseguida estoy subiendo el primer tramo ciclista. Son dos vueltas, para un total de 40km. En el Médano el suplicio es el viento. Es un enemigo más.
Hago 10km en un suspiro. No he puesto cuentakilómetros esta temporada - es una cosa pendiente. Voy por sensaciones pero me encuentro a gusto en el primer cuarto del segmento. Algunos me pasan como tiros. No puedo con la rueda de ninguno de ellos. He salido poco al asfalto. Era de esperar. Lo pago. Cuando empezamos a subir desde los Abrigos hasta el primer punto de control comienza lo duro. Sensaciones, regular, controlar el cuerpo.
Del 11 al 20 lo paso muy mal. El viento sopla en contra. No puedo decir con qué fuerza, pero es la suficiente para erosionarme, para desgastarme. Me tomo el primer gel. Me sabe a gloria. Recupero algo pero es poco. Muchos siguen adelantándome sin piedad, porque aquí no hay piedad de ningún tipo.
Cuando llego al viraje para dar la segunda vuelta voy medio gris. Se baja hasta la plaza del Médano y se tiene que volver a subir un tramo, que a estas alturas, hace daño. Pienso en abandonar si no mejoro hasta dar la curva arriba en el barco. Abandonar, irme, desaparecer... Implosionar diría Ellroy.
Pienso en el acople que me falta, en aprovechar más la fuerza del pedaleo, en concentrarme en la cadencia. Todo son trabas, elementos negativos. Todo está en mi cabeza.
Cuando giro para coger la carretera de la Tejita vuelvo a encontrarme y volvemos a empezar. 
10km fáciles y rápido hasta que, cuando asciendo sin pena ni gloria dejando atrás los Abrigos, mi amigo el viento me recibe y me abraza en otro tormento. Otros 10km fatales (quiero un cuenta, el acople y un puto cuadro de carbono... y esto si que no está en mi mente).
Sufro mucho en los siguientes 7km (me tomo el segundo gel pero no me sirve de nada) pero, por suerte, engancho la rueda de 3 corredores a falta de 4km para llegar a la transición. Ahí me va la vida.
Hablo ir a relevos con uno de ellos. Cuando voy a rueda y él tira todo es suavidad, con fuerza cero, es como estar pedaleando en el cielo. Pero cuando recojo el testigo y me adelanto es un infierno, masco el dolor a cada fuerza de pedal. 
Miro sus piñones, va mejor que yo, no quiero descolgarme. No quiero...
Pero me descuelgo a falta de 1km. Uno de los cuatro, que no ha hecho ningún relevo le chupa la rueda y la sangre hasta el final supongo. El otro veo que ha desaparecido. Yo tiro con lo que puedo y llego en el puesto 207. Si saben sumar, pues si, he perdido todo eso.

Carrera
Sólo quedan 10 km y tendré otra prueba en el bolsillo. Llego mejor de lo que pensaba. 
Sinceramente: articularmente muy fuerte y tocado, pero no hundido, en fuerzas.
Los dos primeros km los hago a 4,50´´, ya he dicho que me adapto bien a los saltos de una disciplina a otra. Puedo apretar más, sí, puedo.
 Deben ser como las doce y algo y la sensación de calor es atroz. Bebo en cada punto de referencia: un trago que sabe a agua sucia y de mala calidad y el resto va por encima a mi salud.
Siento alguna molestia en el pie izquierdo, en la suela... quizás no sea nada. Pero lo es.
Y acabo y acabo mal. Un roce a cada km que pasa se ha convertido en una llaga. Muerdo en cada pisada. 5´15´´son 5´25´´en el siguiente y así. Calor, agua, dolor. La sensación térmica es de explotar.
Mi mujer me da una botella en el paso de control número 2. Fría, es gloria. Son 3 placenteros sorbos, gracias princesa, eres sabia. El último sorbo se lo regalo a un tipo que paso y que está muriendo entre zancadas. Se ríe, creo que ha visto a Dios.
Se me hace corto. Ha llegado la última vuelta. Mi crono apesta. Paso del reloj. Esta vuelta es en mi honor, porque me la merezco y voy a más. Zancada, intento meter técnica, es la mejor de las tres lo quiera la llaga o no.
 Cojo a la pequeña faltando 100 metros. Entramos juntos con los brazos al cielo, riéndonos, lo disfruta más que yo. Tengo ganas de llorar pero rio, me ablando.
Y según paso a 2 horas 58 minutos (muy mal crono, mi peor crono) pienso en la siguiente y entrenar más y en ser más fuerte. 
El puesto 185 global.
Así es este hermoso deporte y así soy yo, un deportista del montón.
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sábado, mayo 05, 2012


Volver II

Lanzarote, volcanes silentes para un volcán latente.
Lanzarote, tú me viste marcharme, te mereces verme volver.
Lanzarote, no soy de tu tierra pero renazco de tus entrañas.
Es la hora. Tras el telón he vuelto.
Del mar en calma ya salgo del agua.
Lanzarote, mil gracias.




No certifico Volcano 2012 hasta casi un mes y medio antes.
Sí, no miento, hacía la preparación específica para ello, pero había perdido muchos entrenos y tenía una ristra de dudas colgando en mi cabeza como los ajos a las entradas de las casas.
También estaba el aspecto monetario, la situación de este maltrecho país y un saco roído de margaritas del sí y el no. Quizás también detrás del espejo estaba forrado de miedo y de incertidumbre; soy humano y, por tanto, tengo el derecho a sentirme frágil.
Pero soy tozudo y cuanto más crudas y opacas están las cosas sobre la mesa, más inmortal me siento, aunque me estampe a mil por hora y termine psicológicamente agotado.
No buscaré jamás excusas. No soy de esa clase de tipos. No suelo engañarme a mi mismo, por eso me llevo tan bien con el que está dentro. Tengo valores y voy a muerte con ellos. Soy del equivocado blanco o negro.

El agua

No soy nadador y esta disciplina es meramente técnica. Se necesita muchos entrenos para salir completo del agua. Si sales pillado estás perdido. Has caído en la trampa y no hay ratón que sobreviva.
Este año, he hecho mucho gimnasio. He ganado masa pero me siento ágil. Necesito aspas que se muevan rápido, necesito flotar, necesito sentirme un pez.
Qué fácil es hablar y decirlo. Pero hay que ser paciente, porque luego vendrá la competición a impartir justicia y a sentar a cada uno en el asiento debido.
Pruebo el Total Inmersión. Y creo en él a fondo. Me pierdo pocos entrenos. Disfruto de la soledad líquida. Y sueño que mejoro…

La bicicleta

Necesito motivarme así que renuevo todos los componentes técnicos de la bici. Mantengo el cuadro de aluminio de hace nueve años. No sé todavía si esto es un capricho o voy a seguir hasta el final. No opto aún por el carbono y sé que voy a pagar esta decisión. Tampoco tengo el dinero, o me pienso más este tipo de decisiones. Indudablemente, me hago mayor.
No entraré en cuestiones técnicas, pero me equivoco en la elección del plato (porque sueño en mover ese desarrollo y por un buen vendedor pero mal asesor) y también pago esa equivocación.
Y tengo un defecto pequeño: he desarrollado un miedo atroz a la carretera. Me ha venido con los años y a las continuas noticias de ciclistas atropellados. No quiero perder la vida. Ahora el juego es diferente. Ahora está la pequeña…
Pero sucede: En mi segunda o tercera salida de entreno en carretera me caigo. Muy mala suerte, casi acabando las dos horas beso el suelo. Me retraigo aún más en mi decisión. La bici se araña. Mi cuerpo se magulla. Mi mente se estrecha.
 Opto por el rodillo, mi fiel aliado. Y hago casi todos los entrenos dentro de un gimnasio o en casa.
Sólo a un mes de competición vuelvo al asfalto sin más remedio. Es el momento de huir o de hacer sangre. Decido que si ha de ser así no voy a echarme atrás. Elijo sangre.

La carrera
Este es el cuento de empezar a pisar como un bebé que aprende los primeros pasos. Lento, muy lento. Sin prisas, sin una serie. Reseteo y hago caso. Me dejo guiar.
Me pierdo también muchos entrenos y, cada vez más, la sensación de culpa crece y araña mi cabeza intentando salir. Es angustiante ser como soy. Tengo un compromiso muy serio con lo que debe ser.
Vuelvo al monte. Me adapto bien. Me enamoro más de mi tierra y de sus paisajes.
A ratos sufro como un diablo. A ratos voy tan fresco que podría correr horas.
Practico transiciones y las llevo mejor de lo pensado. Y empiezo a sentirme otra vez triatleta, o algo muy inferior pero parecido, algo que sale de un caparazón.
Horas, horas, horas…
Abro el baúl de mi sueños. Sólo soy un héroe de unos pocos que me quieren. Pero es hora de ponerse otra vez el traje.
De perfil, a solas, cuando me miro en el espejo me siento otra vez invencible.

viernes, mayo 04, 2012


Volver


Hablamos de cerca de diez años. Un periplo de tiempo extenso, como “Strawberry Fields”, donde saboreé, como siempre y en cualquier vida, fracasos diluidos y éxitos en cápsulas. 
Una prolongación de minutos y segundos donde nació mi preciosa, fruto de un amor incondicional a mi mujer, donde perdí a mis abuelos casi consecutivamente, donde también murió el mejor perro del mundo…
Años largos como el invierno. Años cortos como latidos.
Transcurre el año 2003 cuando hago mi último triatlón sprint en Fuencaliente, La Palma.
 Hace un calor insoportable y sufro una barbaridad en el tramo de carrera. Me he  vaciado entre la humedad de las plataneras en la bici y las fuerzas se han fundido en el asfalto. 
Es la última vez que mis labios tocan la sal de una prueba. No lo sé pero todo se acaba cuando cruzo la meta. Justo cuando yo sólo quiero más y más como un niño obsesionado en romper papel de regalo.
Allí cierro el periplo de la triple disciplina, sin ni siquiera imaginarlo. He pagado un peaje por mis pecados. Ese capítulo se termina como un tomo gordo de 2000 páginas. Y juro que hace el mismo ruido.
Al año siguiente, hago el Duatlón Olímpico en Lanzarote. Concretamente, es Enero del año 2004. Progreso muy rápido, son otros tiempos y soy mucho más joven, y los tiempos bajan. Salgo muy contento de esa prueba, pese a las dificultades de la inexperiencia y problemas físicos con los gemelos.
Algunos meses más tarde corro mi primera media maratón con resultados óptimos.
Pero  tan solo dos días después me transformo en cristal y me lesiono durante cinco meses. 
Nunca más volví a ser el mismo. Nunca más conseguiré tener continuidad. Nunca. 
Palmo con mis manos la cara triste de la vida. Llegan más lesiones, una detrás de otra, y la frustración me perfora como un gusano. Me vuelvo hueco con agujeros visibles como un tiroteo de perdigones.
Luego nace la pequeña. Y el trastero se come la bicicleta y el arsenal de un bocado. Me hago otra persona. Y disfruto de mi hija y de mi matrimonio. Dejo el disfraz. El héroe muere.
Años, como una palabra corta, años duros como el turrón de Navidad. Y entenderán que son muchos. Demasiados.
Pero algo permanecía intacto. Estaba escondido y latía débil, sin ni siquiera yo saberlo.
Porque los héroes nunca mueren.

(Continuará...)

viernes, marzo 16, 2012



Intocable - Una película de Olivier Nakache y Eric Toledano
109 minutos. Año 2011.



Vuelvo a tener cefaleas tensionales y a las andadas: levantarme a mitad de la noche a escuchar "la nada". Atrás quedaron las rachas de latidos extra que resultaron un tanto incómodos. Estoy esperando explotar, de hecho tengo fecha y hora, pero el ticket está borroso en la cartera.
Hoy me he quitado un lastre: una tarea pendiente bajo el título de "Sesión 357" que no ha quedado nada mal, aunque está pendiente de valoración técnica. 
Las últimas semanas he tenido tantas ideas y tanta euforia que no he sido productivo. Y no me interesa esta situación, o la revierto o la implosión no se hará demorar. Y la tinta se seca en épocas de cinturones justos.


Así que he vuelto a ir al cine. Esta vez un tanto obligado porque no me apetecía para nada ver un drama. El cine es el momento justo para una película justa. Así entra o no, las pillas, te metes en la onda o tiras la mano a la nariz y dices "jamás".
Intocable es una película francesa que vive de la conexión de los dos personajes principales y que de ahí llega hasta el infinito. No es burda, ni soez, ni melodramática. Tiene un punto gamberro y positivista y, fundamental, sales contento para afrontar estos días duros.
Está pulcramente hecha, ellos están fantásticos y... a mi me gustó mucho la BSO.

Puntuación Filmaffinity: 8
Puntuación Gambitoking: Un 8 quizás es demasiado.



sábado, marzo 10, 2012

Pearl Jam 20

Nunca he sido muy de "Pearl Jam", aunque algún que otro tema si que me ha hecho tilín, pero discos, lo que se dice discos de ellos... puede que tenga uno en mi colección.
Aún así estos documentales siempre me llaman la atención y suelo tragármelos todos, más que nada porque me atrapa ver la evolución del paso del tiempo. 
Ver cómo se desgastan las cosas, como fluyen, como cambian... y la búsqueda del hombre en todo el viaje. 
Casi todos los recorridos van desde una explosión atroz, con un azar fortuito como pieza sorpresa, hasta un equilibrio y sensatez que viene a modo de pausa.
Pearl Jam 20 se deja ver con mucha sencillez, es digerible y aromático. Y no cae pesado pese a lo firma  Cameron Crowe, un director en el que tuve mucha, mucha fé... pero que ha ido a menos.
 Espero que algún día vuelva porque anda muy perdido.



Por esto viene esta canción que deja mella.
Que conste que este tema me pone especialmente triste,
 no sé si porque busco ser un hombre mejor
 o porque significa que una pareja se rompe y su amor se esfuma.
Bueno, esto es "Better Man". Y espero que te inspire algo.
Súbelo, grita y saca toda tu rabia... porque tú puedes ser mucho mejor.

jueves, marzo 08, 2012

El alumno


Tres disciplinas en una.
Un deporte completo y desconocido.
Un sacrificio enorme.
Horas y horas... 
en el agua,
en la carretera, 
en el monte.
Siempre solo, 
oyéndome, 
siempre solo,
alentándome.
Ahora he incorporado lo que me faltaba,
la pieza para el engranaje perfecto:
tengo al mejor entrenador del mundo.
Gracias por cuidarme.
Gracias por enseñarme a sentirme deportista.
Para ti D. L.
Eres un fenómeno.