martes, julio 31, 2012

Triatlón Olímpico El Médano 2012 - Crónica

Vuelvo a mi rinconcito, a la bat-cueva, no lo he echado de menos, he estado en otros mundos.
Clic.



Antes que nada, mis respetos para todos los participantes. He aprendido a base de hacer pruebas a considerar dignos a todos los competidores, más de una vez, me han tapado la boquita y otras tantas he cerrado también otras tantas. Sólo se habla en carrera y la fachada no te va a ayudar nada.
Un olímpico es mucha tela que cortar y te colocará justo donde te mereces.
No tengo tatuajes, ni un cuerpo descomunal, además llego con dos o tres kilos de más. Y me he perdido el 30% de los entrenos este año en todas las disciplinas. Esa es la verdad y no hay otra.
Es duro enfrentarse a estas distancias, es enorme la explosividad a la que puedes llevar a tu cuerpo y en la carrera pueden pasar muchas cosas: desinflarte hasta hincar las rodillas o crecerte y batir tu sombra.
Ya tengo una edad, sobre todo, para volver de la nada a enfrentarme con estos retos. Pero me apetecía, pese a saber que cada año iba a ser más difícil. Y lo que me queda, porque esto sólo es una estación de paso. Seguimos de camino al ironman, una palabra que siempre que la digo me suena en mayúsculas en la boca.
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No duermo ni una hora seguida la noche anterior. El bochorno es insoportable y no sé si son nervios o que demonios pero las horas pasan a gatas y me desgastan. La cama caliente me arde. Son llamas y me quemo. Y no puedo ni gritar ni huir. Es un sufrimiento, lo asumo y me purga.
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Cuando dan las siete estoy literalmente muerto. El cuerpo machacado y la mente pensando en retirarme: en ir, devolver el chip y decir se acabó el sueño, que ha estado bien. Pero hubiera sido un final un tanto dramático e inmerecido. Creo, pero sólo es una reflexión personal.
Lo hablo con mi mujer. Sé que está preocupada. Apenas desayuno. No me entra nada. El cuerpo me manda señales de humo, me dice - no vayas, no vayas. Repelo la prueba, se me transforma en un gigante que me secuestra en una mano.
Pero no sé qué es lo que me empuja, de verdad, como una fuerza, las ganas de no rendirme nunca pese a tener miedo. Quizás acumulé el fuego de la noche, quizás es el beso y los ojos de mi hija antes de irme. En parte esto es por ella, son valores, es deporte, es un estilo de vida.
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Llego concentrado en mi música, en mi espacio, en mis latidos. Paso el check in. Los boxes son una mierda: muy estrechos, casi no caben las bicis (pésima la organización en ese sentido), ni una cesta para dejar tus cosas preparadas, ni nada. 
Pero me siento crecer. Lo organizo todo con mimo. Me animo, me mando mensajes, empiezo a hablar conmigo mismo.
Me subo el mono (226 de Orca, precioso). Me pongo lubricante: axilas y hombros. Me coloco el gorro y las gafas y caliento la natación.
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Tocar el agua es una bendición. Son las nueve de la mañana y el mar está delicioso. Además ha acompañado el tiempo con viento cero en el segmento de natación. Algo difícil en el Médano.
Pronto pasa el segundero, avanza la mañana y 250 tíos escuchan el recorrido. Y poco a poco después empiezan a dar la salida para los veteranos y las chicas.
Ya viene, ya viene. Estoy muy, muy tranquilo.

Natación
Todos al agua tan caótico y visceral como siempre. Cojo un hueco pronto y me lanzo. Despego.
Son dos vueltas siguiendo un recorrido de boyas. Se tiene que salir a tierra y volver a nadar. Lo asumo.
El mar tiene sus momentos. Yo voy muy cómodo. Pero mucho. De repente tengo el tanque de gasolina a tope y voy con dos marchas menos, estilo conservador.
Las dos vueltas se van en un suspiro. He aprendido a respirar cada dos, cada tres o cada cinco dependiendo de las olas, de mis rivales y de la tesitura que se pueda dar en la carrera. Eso se trabaja. Son horas. Deslizo, alargo la brazada en mi nivel y voy relajado.
Salgo el 140 del agua muy completo.

Bicicleta
Las transiciones me gustan. Disfruto haciéndolas. No me cuestan: mi cuerpo compensa y se adapta rápido.
Todo está tan colocado y pensado que lo hago como si lo hubiera hecho mil veces.
Enseguida estoy subiendo el primer tramo ciclista. Son dos vueltas, para un total de 40km. En el Médano el suplicio es el viento. Es un enemigo más.
Hago 10km en un suspiro. No he puesto cuentakilómetros esta temporada - es una cosa pendiente. Voy por sensaciones pero me encuentro a gusto en el primer cuarto del segmento. Algunos me pasan como tiros. No puedo con la rueda de ninguno de ellos. He salido poco al asfalto. Era de esperar. Lo pago. Cuando empezamos a subir desde los Abrigos hasta el primer punto de control comienza lo duro. Sensaciones, regular, controlar el cuerpo.
Del 11 al 20 lo paso muy mal. El viento sopla en contra. No puedo decir con qué fuerza, pero es la suficiente para erosionarme, para desgastarme. Me tomo el primer gel. Me sabe a gloria. Recupero algo pero es poco. Muchos siguen adelantándome sin piedad, porque aquí no hay piedad de ningún tipo.
Cuando llego al viraje para dar la segunda vuelta voy medio gris. Se baja hasta la plaza del Médano y se tiene que volver a subir un tramo, que a estas alturas, hace daño. Pienso en abandonar si no mejoro hasta dar la curva arriba en el barco. Abandonar, irme, desaparecer... Implosionar diría Ellroy.
Pienso en el acople que me falta, en aprovechar más la fuerza del pedaleo, en concentrarme en la cadencia. Todo son trabas, elementos negativos. Todo está en mi cabeza.
Cuando giro para coger la carretera de la Tejita vuelvo a encontrarme y volvemos a empezar. 
10km fáciles y rápido hasta que, cuando asciendo sin pena ni gloria dejando atrás los Abrigos, mi amigo el viento me recibe y me abraza en otro tormento. Otros 10km fatales (quiero un cuenta, el acople y un puto cuadro de carbono... y esto si que no está en mi mente).
Sufro mucho en los siguientes 7km (me tomo el segundo gel pero no me sirve de nada) pero, por suerte, engancho la rueda de 3 corredores a falta de 4km para llegar a la transición. Ahí me va la vida.
Hablo ir a relevos con uno de ellos. Cuando voy a rueda y él tira todo es suavidad, con fuerza cero, es como estar pedaleando en el cielo. Pero cuando recojo el testigo y me adelanto es un infierno, masco el dolor a cada fuerza de pedal. 
Miro sus piñones, va mejor que yo, no quiero descolgarme. No quiero...
Pero me descuelgo a falta de 1km. Uno de los cuatro, que no ha hecho ningún relevo le chupa la rueda y la sangre hasta el final supongo. El otro veo que ha desaparecido. Yo tiro con lo que puedo y llego en el puesto 207. Si saben sumar, pues si, he perdido todo eso.

Carrera
Sólo quedan 10 km y tendré otra prueba en el bolsillo. Llego mejor de lo que pensaba. 
Sinceramente: articularmente muy fuerte y tocado, pero no hundido, en fuerzas.
Los dos primeros km los hago a 4,50´´, ya he dicho que me adapto bien a los saltos de una disciplina a otra. Puedo apretar más, sí, puedo.
 Deben ser como las doce y algo y la sensación de calor es atroz. Bebo en cada punto de referencia: un trago que sabe a agua sucia y de mala calidad y el resto va por encima a mi salud.
Siento alguna molestia en el pie izquierdo, en la suela... quizás no sea nada. Pero lo es.
Y acabo y acabo mal. Un roce a cada km que pasa se ha convertido en una llaga. Muerdo en cada pisada. 5´15´´son 5´25´´en el siguiente y así. Calor, agua, dolor. La sensación térmica es de explotar.
Mi mujer me da una botella en el paso de control número 2. Fría, es gloria. Son 3 placenteros sorbos, gracias princesa, eres sabia. El último sorbo se lo regalo a un tipo que paso y que está muriendo entre zancadas. Se ríe, creo que ha visto a Dios.
Se me hace corto. Ha llegado la última vuelta. Mi crono apesta. Paso del reloj. Esta vuelta es en mi honor, porque me la merezco y voy a más. Zancada, intento meter técnica, es la mejor de las tres lo quiera la llaga o no.
 Cojo a la pequeña faltando 100 metros. Entramos juntos con los brazos al cielo, riéndonos, lo disfruta más que yo. Tengo ganas de llorar pero rio, me ablando.
Y según paso a 2 horas 58 minutos (muy mal crono, mi peor crono) pienso en la siguiente y entrenar más y en ser más fuerte. 
El puesto 185 global.
Así es este hermoso deporte y así soy yo, un deportista del montón.
Clic.