martes, agosto 26, 2008


Pabellón 6

Hace algunos días ya la desdichada cordura volvió a salir, tan sigilosa como cobarde, por la puerta de atrás. Huyó con lo puesto por las soberanas prisas, y sin olvidarse maldita sea su gracia, de hacer por encargo y a golpe de bisturí un corte medido no más filo que un pelo. Aquel arañazo a la realidad con los angustiosos segundos se extendió como la presión en el cristal roto provocando una grieta. Y de esa grieta, como una baba de sangre que se desliza caprichosa sobre la piel, salieron oscuros nuestros más profundos miedos. Y así, sin movernos, indefensos y muy quietos, sentimos el frío.
Vacíos, cada uno con sus temores, con la pena metida dentro... Huecos durante segundos, minutos y horas. Y pensaste lo que yo - pudiste ser tú, tu familiar más querido, tu amor secreto...


Es curioso, este don divino: Una vida para vivirla de la mejor de las maneras, para exprimirla como un trapo mojado... Y, sin embargo, nos empeñamos en lo contrario. ¡Qué cosas!

A título personal echo de menos leer a Whitman (me lo digo todos los días y a todas horas), caminar descalzo por la arena mientras respirando bocanadas con olor a mar mientras pienso en nada, mientras siento el espacio que ocupo y lo que soy, mientras, como si estuviera sumergido en el agua, me oigo desde dentro... Sentir que estamos y que formamos parte de algo.
En una de éstas pienso bajarme de esta locomotora y sentarme en cualquier banco. Así que si ves al tarado de turno dibujando corazones en la piedra quizás sea yo contándome pequeñas historias inventadas y, quizás también tengas ganas pararte y charlar de algo demasiado banal y estúpido para ser cierto. Piensa que me queda poco y que no quiero volver, porque para volver primero hay que irse. Y eso de ninguna de las maneras...

PD: Mis condolencias sinceras a los afectados.

No hay comentarios: