miércoles, julio 21, 2010


Madrugada 10732



Hoy he vuelto a hacer el soberano esfuerzo de verme mitad del rostro en el espejo. Fue ya entrada la noche metido en un saco de silencio, casi sin aire. Buscaba sólo eso, la mitad de algo llamado mi mismo, la parte real o visible del tipo que soy. Pasé un instante, o quizás un rato, y no saqué nada en claro, sino más de lo mismo.
Ha sido escalofriante ver ese ojo fijo en mi, esas arrugas en cuarto creciente como la luna y esa sonrisa media calada y lobuna que llegaba desde otro mundo. Un terror atroz. No creo que hoy pueda dormir. Nada nuevo.
Justo al lado en la penumbra, la otra parte, la que permanece oculta, no ha querido salir, aunque tampoco la conozco ni una pizca ni un del todo. Creo que alguien me la borró de la memoria en sueños intercalados y a esos archivos mentales no tengo acceso de momento. Mala suerte la mía.
También hoy he hecho tremendos esfuerzos en volver al sitio de antaño, donde la sombra cobija, donde la brisa acaricia y donde el calor te tiende al sueño. Allí donde me retiraba a escribir tendido mirando al cielo... Pero no lo he encontrado. Y créeme cuando te digo que la tristeza da fieros zarpazos porque en mi costado, o allí donde habite el alma, hay sangre.
Seguiré buscando. Seguiré perdido.
Pero después de años voy en busca de algo porque mis dedos se mueven como si me hiciera falta un trago.

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