jueves, julio 24, 2008


Pedacitos de mí



Él
Juro que da pena verlo arrastrarse entre las delicadas sombras, siempre a media luz, lleno de pensamientos tan álgidos como callada es su temple, atento y astuto como una fiera de pequeños dientes, con mirada vivaz como es mordaz con la palabra.
De la luz huye despavorido como la risa del miedo, y no le sacas ni tanto así después horas largas a su calor en las que te escudriña afilado y temeroso desde un rincón, mientras no suena ni palabra ni ruido, así que, no desesperes, o te haces con paciencia de grano gordo o no lo toleras ni una pizca porque se hace pesado e indigesto.
Solo, medio loco, siempre agitando los dedos al viento en un soslayo en busca del párrafo perfecto en su cabeza.
Así que repito y me reitero: juro que da pena de verlo… pero, lleno de incongruencia, no puedes vivir sin él.


Mentiría si dijera que no te echado de menos cada una de las mil noches desde que me dio por echar, enfadado, el cerrojo y arrojar, junto con mi alma, las pesadas llaves a las profundas fauces del infierno.
Mentiría si dijera que, cada una de esas malas noches, el estómago permaneció intacto y no ardía como una mecha inacabable, más por traición que por pena al esconder para siempre tu sueño de la luz del día.
Mentiría si dijera que no te he oído martillear los dedos a todas horas sobre la roca oscura de las cuatro paredes donde te escondo como el virtuoso músico que necesita teclas imaginarias para seguir con vida o, al menos, cuerdo.
Mentiría porque, cobarde, soy capaz de ello, y como de traidor también peco, te he dado la espalda sin un porqué acertado o erróneo, a la que es sombra de mi sangre, a lo que en parte soy a oscuras… Me equivoqué. Y no hay razón para decir lo siento. No estoy hecho de esa pasta. Quiero que vuelvas y hagas lo que sabes. Y hazlo pronto. Tú, sólo tú, maldito loco.

Yo
Sin aire precipito mi caída antes de tiempo. La garganta seca. Sin tinta no tengo voz. No me canso de decirlo, como otro frustrado más en busca de talento, a sabiendas que estoy más perdido que muerto, o al menos eso quisiera creer. No soy nada más que polvo. Otro iluso, otro de tantos, en busca de una magia que quizás no existe. No soy, no llego a ser nada sin cada pieza menuda, sin la arrogancia y coherencia que me dan, sin el desparpajo, la ilusión y la vida que las sombras y los reflejos que, de mi mismo, veo en el roto espejo, agazapados en el murmullo gris, y que, por suerte o por desgracia, completan un tanto así de mi cuerpo y otra esencia etérea de mi alma.
Esta vez a tiempo o no, me reencuentro en la espesura y he vuelto. Y esta vez, para fastidio de muchos y un bostezo de alegría de dos o tres que ni tan siquiera existen, el escritor de tinta seca ha vuelto para quedarse.



Gambitoking
Año 2008



Aprovechando mis 300 mentiras a lo largo de estos años. Puntualizo un poco lo que siento con el maestro.
Escribe King:


No apunto con la mano;
aquél que apunta con la mano ha olvidado el rostro de su padre.
Apunto con el ojo.

No disparo con la mano;
aquél que dispara con la mano ha olvidado el rostro de su padre.
Disparo con la mente.

No mato con mi pistola;
aquél que mata con la pistola ha olvidado el rostro de su padre.
Mato con el corazón.

1 comentario:

Miles dijo...

Clap, Clap, Clap.

Sinceramente da placer volverte a leer.