jueves, diciembre 11, 2008


Gambito y Pícara

Muchas de las veces ni yo mismo sé que saldrá de este irregular ninguneado tecleo.
La mayoría de las veces es simétrico y controlado, aunque siempre sucede a tirones, a súbitos impulsos como contracciones eléctricas que nacen dentro - hazme el favor de no preguntar dónde - y mueren sin fuerza en las falanges de mis manos. Con los años llegado a la conclusión que es así como Gambito debe cargar sus cartas, esas bellas cartas que cargadas de energía cinética estallan arrojadas con desdén, intención y malas pulgas.
En otras, el cosquilleo es tan intenso que, lejos de controlarlo, consigue quitarme el disfraz, romper esta estúpida identidad que he creado y mostrarme en demasía (más de lo que quisiera) como agua clara que no engaña a nadie. Así débil, desnudo y expuesto al daño, y cada vez más viejo, me resigno a lo que soy.
Y no siento ni vergüenza ni nada parecido, cada uno está hecho de sus mentiras.
Hoy si te fijas, a mi espalda, la máscara está sobre la mesa. Casi como al principio del viaje, hace ya más de tres años, donde me refugiaba aquí con relatos perdidos y muchas cosas que decir. O al menos, con esa imperiosa necesidad de la que hablo. Escribir. Sólo escribir.

Continuará...




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