sábado, diciembre 31, 2011

Cerrando puertas... pero sólo a medias



Me ha costado lo mío llegar a este momento. Va para un año. Se dice pronto, pero las palabras vuelan veloces como el mortífero tiempo pero aquí nos quedamos unos cuantos, resistiendo, apretando los dientes y recibiendo los golpes de encaje en el bajo vientre.
Cuando te fuiste fue como si me cortaran las alas con un cuchillo de carnicero a destajo, como si perdiera la fe en todo lo que me rodeaba en esta vida artificial y opaca de hombres y mujeres que vienen y van, y la lengua, que siempre me liberaba de la presión a golpe de tecla, despedazada con unas tenazas al rojo vivo. Supe entonces que el alma puede desgranarse en pedazos con las manos y desperdigarse en el suelo como quien tira migajas de pan para que coman los alborotados pájaros.
No estás. Y duele. Llevo un año mudo sufriendo tu pérdida. Y no sé si llegas a imaginarte cómo y qué profundo duele; aunque en cierta manera pienso que sí porque fuiste el último de tus hermanos en hincar la rodilla ante la hoz. De admirar.
Mudo, sin vida, con la pena a cuestas, pesada, con la sonrisa falsa a medias, frágil.
He pasado a vivir una presencia que siempre está y que a mi me bastaba, a acostumbrarme a sentirte donde quiera que voy como una corazonada. 
Y, a veces, no es suficiente... abuelo.

Diciembre 2011
Gambitoking

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