
Cameron Crowe perdió la fórmula. No sé en qué momento fue, pero ahora casi ni se le reconoce. Siempre apoyado por muy buenas bandas sonoras, nos intenta, de nuevo y sin soltura, contar demasiadas cosas en dos horas de película. Y al final nos encontramos a medio camino... y en ninguna parte. Y tenía buenas intenciones.
Orlando en vez de Bloom hace boom (todo el rato poniendo caritas como Fofito & Cia) y, sólo, la buena de Kirsten Dunst nos da un buen sabor de boca (con un personaje un tanto bobalicón) con su presencia. No más de un aprobado raso.
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