viernes, septiembre 01, 2006

Mi fiel amigo

No es éste pero podría ser cualquiera. Para el caso es lo mismo, lo importante es que me hace feliz y me devuelve lo más hermoso de la vida: la risa. Son tan grandes sus momentos, pero tan grandes, tan grandes que se merece un espacio propio en mi vida. El día menos pensado le tiro una galleta... por los servicios prestados. Pero, tranquilos, me explicaré:
Vivir en Comunidad hace que se te crispen los nervios más a menudo de lo normal con lo típico: el (idiota) del presidente que se cree una mezcla entre Midas, Harrison Ford y Chiquito de la Calzada, su Moriarty particular encarnado en el viejo jubilado con ideas a lo McGyver, el populacho en general con odio en vez de sangre en las venas (yo, yo y yo - aunque creo que hay varios como yo en silencio) y el corrillo de viejillas salvamundo y que le dan a la lengua cosa mala. En particular mi edificio es como cualquier otro de cualquier sitio (13 Rue del Percebe) salvo por él.
Al chucho no lo he visto en mi vida. Ni lo he visto ni lo he oído lo cual es el doble de curioso. La exclusividad completa de sus hazañas viene por su dueña, una arpía de cincuenta y largos, que se destroza la permanente a cada rato y da chillidos hilarantes y divertidísimos cuando el adorable canino le tira la ropa que acaba de sacar de la lavadora. El can, más listo que ella de aquí a Lima, le tiene el truquito cogido a la hazaña y la repite varias veces a la semana, hecho que yo disfruto como un niño con un polito de hielo a la hora del almuerzo, porque el perro, otra cosa no, pero tiene sus horarios.
Así que como dicen por ahí, guau - guau, por no decirte muchísimas gracias. Y sigue así.

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