sábado, diciembre 24, 2005

La balanza

Ha llegado el momento de la reflexión. Apenas será un instante. Respirad hondo. Acabaremos enseguida.
Sed sinceros. Nadie nos ve. Tampoco nadie quiere oírnos, pero, al menos para nosotros mismos debemos decirnos la verdad (no queremos ser tan necios y oscuros como para soltarnos un renuncio horripilante en esta partida de cartas como si tal cosa - tampoco sería ético). Estamos a la búsqueda del equilibrio, de la bondad humana y de lo racional. Mañana ya volveremos a lo mismo. Aguardad un poco.
¿Hemos sido buenos?
Estamos en épocas de frío, la lluvía en breve se deslizará entre los cristales tras los que nos resguardamos (¿acaso Dios está llorando?) y casi se nos termina la arena del reloj por este año. Toca limpiarnos, curar las heridas... toca perdonar (si no es mucho pedir y dura poquito).
Hoy, en este 24, nos queremos más que nunca... es más si te veo por la calle igual te doy un beso y todo, que nunca te lo he dicho, pero me caes que ni pintado. Tengo el corazón repleto de sentimientos. Lo juro. Necesito querer. Aunque pensándolo bien si lo digo de nuevo muero porque algo me duele aquí adentro.
Ay, cuánta cosa junta. No doy abasto. Debe ser la felicidad de sentirme tan bien con el entorno.
Ay, tengo unas ganas de que llegue mañana. Porque quizás todo esto sea la manada de gritos que me ronda en la barriga y me está haciendo coger nervios... acostumbrado a llevar otro ritmo de vida tan simpático a mil por hora y a llevarme por la vereda vieja con los de siempre (que me andan jodiendo y que son, por desgracia, mayoría).
¡Felicidades!

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