jueves, junio 29, 2006

El mercader de oro

Friki. No me acaba de encajar esa palabra. Me suena más despectiva que otra cosa. Algo así como zumbado o tarado. O ambas a la vez. Quizás sea así. Pero habrá niveles, digo yo, como en todas las cosas. Yo, de momento, tengo todos los tornillos en su sitio. Algunos flojos (¿quién no?) pero sujetan el tormo que es lo que, en definitiva, importa.
Me encantan los comics. Eso lo sabe hasta el más mandril. La verdad es que me han ayudado mucho en estructuras de historias y han influido en mi manera de contar las cosas. Son un divino "tesoro". Sin embargo, odio comprarlos. Éste es el porqué.
Lo malo de vivir en un sitio pequeño es que no hay la suficiente competencia para que respeten al cliente, que es el que se gasta las pelillas en este lujo (que encima es caro).
Hoy, nuevamente, después de meses fui al lugar prohibido donde estaba el subnormal de siempre. Me encanta su tienda (mamá, quiero tener una), odio su estupidez. Te dan ganas de darle un golpe. Hoy, en una de mis múltiples oportunidades, le hice otra pregunta de las facilitas. Pasó de mi. "Suéltale un gancho" me dije. Pero mi lado bondadoso desestimó la idea. Me quedé otra vez con las ganas.
Pero para mis adentros le pedí al niño Jesús que me sacara la Primitiva o unos durillos para poner una tienda mil veces mejor o para que un día venga a preguntarme cualquier cosita, vete a saber las vueltas de la noria, y entonces, amablemente, le diga: "Hola, éste es mi culito, venga dale un besito".
Lo mejor: Las varitas de Harry Potter, el merchandising en general y el cómic de Tim Sale y Jeph Loeb sobre Catwoman que me llevé bajo el brazo (también unos cuantos de Spiderman - será por el teaser de ayer que me dio hambre).
Lo peor: Este desquiciado que te saca, con relativa facilidad, lo peor de tu persona. El próximo día igual, por fin, saca el boleto del gancho.

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