martes, enero 31, 2006

El juego (III)

Siento el retraso. He estado en el infierno. Aquí está mi deuda, os la arrojo. No llega a estar como yo quiero - siempre dije que la retocaría más adelante poco a poco.
Dejo 3 páginas de tonterías a diestro y siniestro que apenas te roban el tiempo. Aunque espero que guste algo. Sin presión, Guayota, explota y continua mi universo.
Todo tuyo. Esperaremos la continuación en tu blog.
Suerte.


EL JUGADOR NUEVO

Capítulo 1: Lechugas y pepinos

De verdad que tienes los huevos más grandes que la gallina de oro - Soltó su risita de hiena enseñando unos dientes amarillos, que daban fe de la mierda que se metía entre pecho y espalda, dio dos aspiradas con los ojos cerrados, saboreando, con calma y plena dulzura, el petardo que sostenía en la mano con la arrogancia que le caracterizaba y continuó diciendo - No sólo me debes tres mil pepinos desde hace meses, sino que vienes a mi casa con tu jodido mono de niño pijo a colocarte gratis.

El humo salía con asco de una boca que no tenía una a derechas en forma de aros perfectos, cosas de la práctica y del entreno. Olía a una mezcla especial de excremento, a chocolate de cierta calidad (muy ajeno a Nestle) y a todo un enjambre de porquerías que uno podía meterse por los sitios adecuados si se coge la postura apropiada. Aquello era un paraíso según se mire, un paraíso de ir y volver, sobre todo de volver, pero con la furgoneta llena de fajos de billetes, que sacas de malos lugares, escondidos en algún sitio con los planes de futuro escritos en tu libreta de toda la vida. Dile adiós al cerdito – bye, bye – Y la hucha voló en mil pedazos.

¡Olé, chico, olé! Eres un puto mal cliente, coño, pero me haces reír - Y soltó otra risotada que me tocaba muy mucho los asuntos.

Lo que contaba era todo cierto. Del todo hasta las comas, porque nada me hubiera gustado más que haberle levantado por la pechera, darle tres o cuatro toques en el hígado con amor (y con bastante odio) y tirarle alguno de esos dientes que sobrevivían entre lo oscuro y repugnante de su boca y que le daban ese aire de pulgoso y mala gente, pero estaba enganchado a su mierda, ¡qué carajo!, y, o me tragaba sus bobadas de camello forrado hasta el tuétano, o me metía pegamento otra semana más en el baño del piso de la facultad al estilo asmático en crisis chunga. De todas formas era tan imbécil – estaba convencido en las apuestas 10 a 1 - que si le tiraba los dientes podría reírse y todo con las encías chorreando sangre a lo bestia. Cosas de desgraciados. Aunque, al otro lado del charco en mi barcaza hundida, yo muy inteligente si que no era, porque que puede decir un malasombra dependiente de su bazofia para calmar el meneo que tenía el cuerpo. Estaba que me subía por las paredes. Y tenía que ser más listo que él. Al menos por esa noche.

Tuve la desgracia de conocerlo a finales del primer trimestre. Por aquel invierno andaba apurado con la primera tanda de exámenes - llegaron tan juntos que eran como los vagones de una locomotora a toda leche - cuando me retrasé entre apuntes, tareas y experimentos en aquella facultad en la que daban tanta caña de bambú y, aunque me esforcé como nunca lo había echo en mi vida, me quedé rezagado a las primeras de cambio con la sensación de estar desnudo, perdido y con frío en medio de ninguna parte. Así de fácil. No tarde en pensar, derrotado antes del comienzo, con la cabeza entre los libros, que necesitaba magia, miles y miles de conejos saliendo de una chistera, y a través de contactos, habladurías, recursos de última hora, llamadas de móvil a diestro y siniestro, llegó su nombre y su teléfono en el reverso de un panfleto de pizzas a domicilio. Y la llamada no tardó en llegar. A las primeras de cambio.

El primer misil vino en una bolsa transparente con la inicial P.A. (el Puto Amo, hasta para eso tenía estilo el cabrón, las cosas como son) con un puñado de pastillas blancas y una azul.

Ésta para cuando hayas aprobado todo y te vayas a celebrarlo con tus colegas.

Como si lo viera el tío. Cuando llegué a ver el resultado de los parciales a los tablones me dieron también ganas de reírme al estilo hiena, marca de la casa. Debe ser una risa de superioridad, o algo así, porque las matrículas venían escritas bien grandes. Y la verdad es que las merecía. No por mis esfuerzos, sino por las drogas. Se me quedaba todo, las comas, los párrafos, todo lo que leía se quedaba pegado por ventosa en mi cerebro. Era difícil cogerme. Ni de coña vamos. Y claro, luego, ya se sabe, a celebrarlo, a sacar la caña bien limpita, los aparejos y los anzuelos por la noche en busca de niñas ricas de mal beber, a brindar con los colegas por lo primero que se tercie en mente si el plan A no funcionaba y a drogarse, coño, que quizás me muero mañana (plan C y la C siempre es constante). Absurdo. Pero cierto.

– Pásame esa jodida cerveza y pon otra ronda por lo que pueda pasar-.

Todo eso duró hasta que se fueron las lechugas. La beca salió sin decir adiós bien calladita por la puerta de atrás y la ayuda que mi padre cada mes me mandaba después de partirse el lomo entre cajas se vieron envueltas en mi círculo vicioso del lema: “Todo lo que entra sale”. Es tan fácil que esto no debe salir en los libros.

Y así, me vi allí metido en un atolladero de mierda hasta el cuello con las manos apretadas para no bailar break en directo (aunque ya no estaba de moda), enfrente de un fiasco de Don Juan de las drogas, buscando soluciones a ecuaciones y moralejas que pasaban de un hemisferio a otro flipando, sin sacar nada en claro porque habido llegado a un punto en el que si no estaba hasta el culo la solución andaba a contraluz. Y ahora el trastero, el cabo y el rabo estaban a oscuras.

¿Cómo salgo de ésta?

- Pausa breve –

“Todo el mundo quieto. Un momento. Quietos. Éste… éste es el tipo de ese jodido juego, del que no escapa nadie, ese de fama dudosa, de cantinela de leyenda absurda urbana… ¿Será verdad lo que cuentan? ¿Será jodidamente verdad? – Pausa - Sea lo que sea vamos allá. No me queda otra. Ojalá quede algo de suerte en el tintero…”







2 comentarios:

Maladroit dijo...

http://imzelamalizh.blogspot.com/

gambitoking dijo...

Mmmmm. Te aprecio mucho Maladroit. Y te conozco desde hace muchos años. Pero sé más explícito porque esta vez no he cogido nada.
Y prepárate que en breve coges el testigo.